Melissa De la Vega Melissa De la Vega

Amor Propio: de vuelta a mí, el viaje de amarme sin pedir permiso

Hasta que un día, me quebré. No por un gran evento, sino por acumulación: de silencios, de ausencias propias, de límites no puestos, de versiones de mí que no me representaban.

De vuelta a mí: el viaje de amarme sin pedir permiso

Durante mucho tiempo creí que amar a los demás más que a mí misma era un acto de nobleza. Me enseñaron que cuidarme “demasiado” era egoísmo, que ponerme en primer lugar era arrogancia, y que dudar de lo que otros querían para mí era ingratitud. Y así pasé años: diciendo que sí cuando quería decir que no, callando cuando debía hablar, aplaudiendo lo que me hería, y adaptándome a moldes que no me quedaban… todo para no incomodar.

Hasta que un día, me quebré. No por un gran evento, sino por acumulación: de silencios, de ausencias propias, de límites no puestos, de versiones de mí que no me representaban.

Y en medio de ese quiebre, me di cuenta de algo: nadie va a venir a rescatarme. Si quería vivir una vida diferente, tenía que empezar por volver a mí. Volver a escucharme. A respetarme. A elegirme.

Ese viaje no fue inmediato. Fue incómodo, caótico a veces. Amarme sin pedir permiso implicó decepcionar a otros, romper expectativas, dejar atrás relaciones, cambiar rutinas. Pero también me regaló algo invaluable: paz. Claridad. Libertad. Empecé a poner límites sin culpa. A elegir lo que me hacía bien. A mirar al espejo y reconocerme. No perfecta, pero sí íntegra.

Hoy no amo desde la necesidad. Amo desde la plenitud. No me escondo para que me acepten. Me muestro, y quien resuene, que se quede.

Volver a mí ha sido el mayor acto de amor de mi vida. Y si tú estás en ese punto, si estás cansada de perderte para que otros te quieran… quiero decirte algo: tú también puedes regresar a ti. No necesitas permiso. Solo decisión.

Leer más
Melissa De la Vega Melissa De la Vega

RELACIONES CONSCIENTES : dejar de repetir vínculos que duelen

Ya no me pierdo por amor: cómo elegir relaciones que sumen, no que duelan

Hay relaciones que no terminan, pero te apagan. Vínculos en los que sigues, aunque ya no estés. Dinámicas que se repiten, como si estuvieras atrapada en el mismo patrón con distinta cara.

Hasta que un día te preguntas: ¿qué estoy repitiendo? ¿Qué me hace quedarme donde no hay reciprocidad? ¿Por qué me sigo enganchando con quienes no están emocionalmente disponibles?

Ahí empieza la conciencia.

Porque no basta con que te guste alguien. No basta con que haya química. Una relación consciente no se basa en intensidad, sino en responsabilidad emocional. En saber sostener, comunicar, respetar.

Y eso empieza por ti.

Por dejar de romantizar el caos. Por darte cuenta de que “amar mucho” no es suficiente si te pierdes en el proceso. Por soltar la idea de que tienes que aguantar para que te quieran. Las relaciones conscientes no son perfectas, pero no duelen así. No te hacen cuestionarte tu valor todos los días. No te dejan más confundida que en paz.

Elegir una relación consciente no siempre es automático. A veces implica sanar lo que normalizaste. A veces requiere desaprender la idea de que amar es sacrificarse. Y sí, eso puede significar soltar vínculos donde ya no hay crecimiento, aunque haya cariño.

Pero créeme: el amor de verdad no te hace vivir con ansiedad. Te da calma, claridad y presencia. Te hace sentir segura, no pendiente de migajas.

Y para llegar ahí, primero hay que dejar de repetir lo que ya sabes que duele.

Leer más
Melissa De la Vega Melissa De la Vega

Transformación Personal : No soy la misma… y eso es lo mejor que me ha pasado

Pero hay algo que pasa cuando ya no tienes dónde sostenerte: empiezas a sostenerte tú.

Cuando todo se cae, pero tú decides levantarte distinta

No siempre elegimos cambiar desde la calma. A veces la vida te pone contra el piso y te dice: “así como estabas, ya no se puede”.

Y ahí estás tú: con el plan de vida hecho trizas, con preguntas que nadie responde, con heridas abiertas que ni sabías que llevabas cargando. A veces esa transformación que tanto se habla no es algo bonito ni inspirador. A veces es el resultado de tocar fondo.

Pero hay algo que pasa cuando ya no tienes dónde sostenerte: empiezas a sostenerte tú.

Transformarse no es cambiar para agradar, ni evolucionar para encajar en una versión más “aceptable” de ti misma. Es mirar de frente lo que evitabas, asumir tus decisiones, reconocer tus patrones, y tener el coraje de hacer algo distinto. Aunque tiemble todo por dentro.

Transformarse duele. Porque deja al descubierto todo lo que antes callabas, todo lo que toleraste por miedo, todo lo que ya no puedes seguir siendo. Pero también alumbra. Porque empiezas a actuar con más verdad. Porque dejas de vivir para cumplir con expectativas ajenas. Porque dejas de mentirte.

Y sí, duele salir de lo que te era familiar. Pero te aseguro esto: nunca vas a extrañar el lugar donde vivías encogida.

Leer más
Melissa De la Vega Melissa De la Vega

Corazones Rotos : Lo que se rompe también se transforma cartas desde un corazón que sanó

Hay rupturas que no solo te duelen: te desarman.

Hay rupturas que no solo te duelen: te desarman.

No importa si fue una relación larga o corta. Lo que duele no es solo lo que terminó, sino todo lo que imaginaste que iba a ser y no fue. Lo que diste, lo que sostuviste en silencio, las veces que te quedaste intentando hacer funcionar algo que ya estaba roto.

La gente de afuera suele minimizarlo: “sal y distráete”, “no era para ti”, “ya llegará alguien más”. Como si pasar la página fuera tan fácil como deslizar el dedo en una pantalla.

Pero nadie ve las noches en las que no puedes dormir, o los días en que todo lo que haces lo haces por inercia. Nadie ve la parte en la que te preguntas si hiciste algo mal. Si podrías haber hecho más. Si vales suficiente.

Eso no se cuenta. Pero ahí es donde pasa la verdadera transformación.

Porque sí, duele. Y va a doler un tiempo. Pero el dolor también te ubica. Te hace ver cosas que antes no querías mirar: que te perdiste, que te conformaste, que esperaste más de lo que recibiste. Que apostaste todo sin garantía alguna.

Y entonces, después de sentirte vacía, empiezas a reconstruir. No como antes. No desde la urgencia de llenar el vacío, sino desde la decisión de no volver a olvidarte de ti. Empiezas a hacer cosas para ti. A reconocerte. A hablarte diferente. A poner límites donde antes había silencios.

No hay un punto exacto en el que digas “ya sané”, pero sí hay un momento en el que te das cuenta de que lo lograste: cuando ya no duele recordar, cuando ya no esperas que vuelva, cuando ya no te echas la culpa por lo que no funcionó.

Y sí, lo que se rompió dejó cicatrices. Pero también te dio algo más valioso: una versión tuya más fuerte, más consciente, más despierta. Ya no la que se adapta para que no la dejen. Ahora, la que se queda donde se siente elegida, no tolerada.

Eso también es amor. El que empieza por ti, cuando decides no volver a traicionarte por quedarte con alguien más.

Leer más